El urbanismo ha considerado tradicionalmente una materia neutra, es decir, que la manera de diseñar los diferentes espacios no beneficiaba ni afectaba a ninguna persona o colectivo en particular. Pero la realidad muestra que muchas de las ciudades en la actualidad, reproducen un urbanismo androcéntrico que ha dado prioridad a un sistema capitalista y patriarcal, privilegiando lo relacionado con la masculinidad hegemónica, y excluyendo a la mayoría de población: mujeres, población LGBTI, minorías étnicas, personas migradas, población indígena, personas con diversidad funcional etc.
En contraposición, el urbanismo feminista pone la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas, teniendo en cuenta la diversidad de las personas y analizando cómo los roles de género influyen y tienen implicaciones directas en el uso y disfrute de nuestras ciudades.
El urbanismo feminista pone en el centro de las decisiones urbanas las necesidades relacionadas con la vida cotidiana de las personas. La vida cotidiana está formada por diferentes esferas: productiva (trabajo remunerado), reproductiva (cuidado de personas y del hogar), personal (ocio, deporte y cuidado) y comunitaria (mejora de la sociedad o la comunidad donde se vive). Todas deben tenerse en cuenta a la hora de planificar y diseñar los espacios donde vivimos. Sin embargo, el urbanismo tradicional que responde a un sistema patriarcal y capitalista ha privilegiado exclusivamente la esfera productiva del trabajo remunerado y que ha configurado los espacios públicos y comunitarios.
Esto ha tenido efectos en cómo se han planificado espacial y temporalmente nuestras ciudades: la zonificación y separación de funciones, por ejemplo, de la casa y los centros de trabajo; sistemas de movilidad que conectan los lugares de residencia con el trabajo mayoritariamente de sectores masculinos; horarios de transporte público centrados en horarios de trabajo sectores masculinos; que no responden a las necesidades de las personas encargadas de las tareas domésticas y reproductivas que tiene desplazamientos más complejos y en una amplia y diversidades de horarios. Esta situación se ha visibilizado durante las diferentes fases de-venidas por la COVID19.
La seguridad urbana es uno de los temas más estudiados desde el urbanismo feminista en las últimas décadas. A pesar de que sea un tema muy trabajado, son pocas las ciudades que han incorporado la perspectiva de género en sus políticas de seguridad. La seguridad urbana en las ciudades continúa enfocándose sobre todo en los crímenes y excluyente de su análisis la violencia machista y sin tener en cuenta que la percepción de seguridad también es diferente entre mujeres y hombres.
PROPUESTA
Nos encontramos en una situación de alarma social, donde no se han producido readaptaciones de los espacios públicos ajustados a una mirada urbanística feminista.
Sabemos que espacios urbanos no segurs reducen la capacidad que tienen las mujeres y las niñas de participar en la vida pública, laboral y educativa, limitando de manera significativa su acceso a servicios esenciales y su aprovechamiento de oportunidades culturales y de ocio. Esta problemática no es reciente, no es nueva, pero es persistente e influye de manera negativa en la salud y bienestar de las mujeres*, principalmente ahora en tiempos de crisis.
Desde las entidades promotoras necesitamos tu apoyo para llevar a cabo un proceso participativo para promover el debate entre la ciudadanía y el Ayuntamiento de Barcelona, para definir una actuación municipal hacia una ciudad de Barcelona feminista - con pandemia o sin pandemia.
¡Queremos cambios!
¡Firma esta iniciativa ciudadana y hacemos juntas la ciudad que queremos!
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*Garantizando ciudades y espacios públicos seguros para mujeres y niñas durante la COVID-19. UN WOMEN, 2020.
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